«He creado en mí varias personalidades. Creo personalidades constantemente. Cada sueño mío es inmediatamente, en el momento de aparecer soñado, encarnado en otra persona, que pasa a soñarlo, y no yo. Para crear, me he destruido; tanto me he exteriorizado dentro de mí, que dentro de mí no existo sino exteriormente. Soy la escena viva por la que pasan varios actores representando varias piezas».
(Libro del Desasosiego de Fernando Pessoa)
¿Por qué i-Candy?
Sin duda, el primer referente para esta obra es la autobiografía de Bernardo Soares en el Libro del Desasosiego de Fernando Pessoa. Fernando Pessoa optó por los heterónimos, dotándoles a los personajes creados de obra, individualidad, carácter, biografía, emotividad y voz, no como máscaras sino como proyecciones de la personalidad creadora de Pessoa. En muchos modos, cada retrato en esta serie es en potencia un heterónimo visual, una individualidad, un yo-soñado, un yo-previsualizado.
El yo-fragmentado, en su multiplicidad de individuales se encuentra en esta serie con lo carnavalesco, concepto prestado de M. Bajtín1. Lo carnavalesco, según el semiótico ruso, invertía el orden general de las cosas, la mezcla de lo alto y lo bajo, la parodia, la inversión, la degradación, y la profanación. El carnaval descrito por Bajtin abunda en bobos, bufones, carcajadas, máscaras e inversiones de autoridades. La intervención de lo cómico ritualizado permite la negación momentánea del dogmatismo religioso. El concepto del carnaval resulta tan ineludible que los espectadores son también, simultáneamente participantes. Bajtin observa en este ritual la abolición de cualquier distancia entre los individuos por medio de una risa colectiva que no distingue entre burlador y burlado. Para esta serie, entre el que retrata y el retratado, entre el espectador y el modelo.
En el ámbito de lo carnavalesco bajtiniano, la cultura popular medieval y renacentista construyó un “mundo al revés”, parodia de la vida ordinaria, que lograba poner en cuestión a la vez una concepción teológica del mundo y el régimen político, fuertemente jerarquizado, que esta sustentaba. Igualmente, nos interesa todo el cuestionamiento del dogma teológico y el régimen político, tal y como aparece en algunas de las obras de esta serie, que quisieran cuestionar el orden, mediante la mofa, mediante el dulce. Igualmente, con respecto al grotesco carnavalesco, afirma Bajtin que nos “permite mirar con nuevos ojos el universo, comprender hasta qué punto lo existente es relativo, y, por tanto, comprender la posibilidad de un orden distinto del mundo.”
Esto es lo que me interesa subrayar: las formas carnavalescas no se limitan a invertir oposiciones, sino que muestran la posibilidad misma de la inversión, la inestabilidad de los términos y los valores jerárquicos a ellos asociados, logrando así desestabilizar el sistema de creencias que se funda en dichas oposiciones. Así, las figuras carnavalescas que pueblan esta serie aspirarían a tener un efecto liberador, encarnado en la mofa, el humor, la risa, lo puramente cómico, claramente endulzado visualmente.
Otro pilar crítico sobre el que quisiera sustentar esta obra es la crítica a la representación del hombre que hace la publicidad actual. Mediante la parodia, la inversión, el juego, y la representación de este modelo masculino forrado en dulce, presentado como golosina visual, o eye-candy, quisiera cuestionar los reclamos publicitarios, las imposiciones consumistas que hace la sociedad al hombre para que se sienta más aceptado y tenga éxito en la comunidad Así, podría leerse cada una de estas imágenes como parodia o cuestionamiento a los distintos modelos o estereotipos de hombres impuestos por el mundo de la imagen y la publicidad.2
Igualmente, debemos resaltar que esta serie toma prestado de una larga tradición de autorretratos y juegos de rol teatrales en arte. Así, en i-Candy se usa la cámara y el dulce, el chocolate y la golosina, para recrear el imaginario colectivo, aquellas individualidades que transitan el camino entre el arquetipo y el estereotipo: náufragos, toreros, rebeldes, héroes, soldados, villanos, vampiros, desahuciados... Son, o quisieran tener más lecturas y sugerirnos fragmentos de nuestra propia identidad, a mitad de camino entre lo que aspiramos y repudiamos, como un reflejo del inestable compromiso entre lo que somos, lo que nos imponen los dictados y lo que anhelamos, de ahí las posibilidades que ofrece el concepto de lo carnavalesco.
1 La cultura popular en la Edad Media y el renacimiento. El contexto de François Rabelais.